Ciberbullying y whatsapp. José R. Ubieto Co-autor de “Bullying. Una falsa salida para los adolescentes”
El 80% de los casos de acoso entre menores viene por el WhatsApp
La Vanguardia. Tendencias, 21 de setiembre de 2016
El ciberbullying, parafraseando a Clausewitz, es la continuación del bullying por otros medios. Sin el acoso presencial, el digital perdería fuelle y potencia. Hace falta verse las caras y mirarse porque el acoso es siempre un cuerpo a cuerpo. De allí que el reciente estudio de la Fundación Anar (http://www.anar.org/estudio-ciberbullying/) destaque que éste se produce normalmente en el propio colegio, en la clase, en los lavabos o en el patio. Si solo se tratase de la red, sin anclaje en lo presencial, la distancia y el anonimato lo haría más inocuo.
Otro dato relevante es que el WhatsApp es la aplicación más utilizada para ello: más del 80% de los casos de acoso se producen a través de esta app. Eso tiene su lógica porque esta app funciona, en estos casos, en base a grupos de alumnos/as de la clase. Es allí, en esa comunidad virtual, donde se produce el acoso. Ellos son el público necesario para la escena que requiere de la “extraña pareja” acosado-acosador, pero sobre todo del grupo de testigos que son el público que jalea o calla, pero que asisten al espectáculo. Sin ellos el telón caería rápido.
El tercer dato significativo es el perfil de la víctima: chicas en su mayoría (70,25% de los casos), que lo sufren a través del móvil, a diario y durante más de un año. Generalmente se trata de insultos pero también, aunque menos, de amenazas y de la difusión de fotos y vídeos comprometidos. Que sean chicas nos da la pauta de que se trata de difamarlas, destacando así el puritanismo, implícito en el acoso mismo. Hablar mal de ellas, de su vestido, su cabello, sus gustos o sus vivencias sexuales no deja de ser un juicio moral, disfrazado de burla.
El bullying y el ciberbullying no persiguen otra cosa que elegir el cuerpo de un/a adolescente para designarlo como chivo expiatorio. Eso en un momento en que todo adolescente debe hacerse cargo de su nuevo cuerpo púber, extraño e inquietante porque supone un despertar a la sexualidad.